viernes, 15 de julio de 2011

Leer nos cambia el cerebro (más de lo que creemos)


Hay mucha gente que opina que leer no sirve de nada, que hoy en día, a causa de la televisión, va perdiendo terreno, y va a desaparecer. Como no podía ser de otra forma, yo estoy disconforme con esta opinión. La lectura genera emociones complejas, cosa que probablemente no nos cause nunca la tele.

Según un estudio de la psicóloga mexicana Feggy Ostrosky-Solís, la lectura hace que una persona entienda de manera diferente el lenguaje, y procese de diferente manera las señales visuales. Además, los recuerdos se almacenan de forma diferente.

No solo eso, sino que, además, los cerebros de gente que lee en inglés desarrollan más las partes relacionadas con descifrar formas visuales, comparado con cerebros de gente que hablan leguas que se pronuncian prácticamente como se escriben, como es el caso de la lengua española o la italiana.

¿Y qué diferencia hay entre el trabajo que hace el cerebro al leer y al ver la tele? En 2009, Nicole Speer publicó un estudio en el que decía:

Los lectores simulan mentalmente cada nueva situación que se encuentran en una narración. Los detalles de las acciones y sensaciones registrados en el texto se integran en el conocimiento personal de las experiencias pasadas. Las regiones del cerebro que se activan a menudo son similares a las que se activan cuando la gente realiza, imagina u observa actividades similares en el mundo real.
Esto es así porque la lectura es algo bastante antinatural (aunque muy beneficioso): ¡Imaginamos una situación a partir de unos símbolos impresos sobre una pulpa de árbol prensada! Y para poder hacer esto, hemos tenido que aprender a no distraernos. Esto es debido a que nuestros ancestros tenían el cerebro siempre en busca de irregularidades (un depredador cerca o la posibilidad de encontrar una fuente de comida). Cuando detectaban una irregularidad dejaban lo que estaban haciendo para protegerse, comer... Como indica Nicholas Carr:

Leer un libro significaba practicar un proceso antinatural de pensamiento que exigía atención sostenida, ininterrumpida, a un solo objeto estático. Exigía que los lectores se situaran en lo que el T. S. Eliot de los Cuatro cuartetos llamaba “punto de quietud en un mundo que gira”. Tuvieron que entrenar su cerebro para que hiciese caso omiso de todo cuanto sucedía a su alrededor, resistir la tentación de permitir que su enfoque pasara de una señal sensorial a otra. Tuvieron que forjar o reforzar los enlaces neuronales necesarios para contrarrestar su distracción instintiva, aplicando un mayor “control de arriba abajo” sobre su atención. “La capacidad de concentrarse en una sola tarea relativamente sin interrupciones”, escribe Vaughan Bell, psicólogo del King´s College de Londres, representa “una anomalía en la historia de nuestro desarrollo psicológico".
Pero los lectores no fueron los primeros en desarrollar la concentración. Mucho antes, por ejemplo, los artesanos, tuvieron que aprender a concentrarse en su tarea, ignorando estímulos externos. Pero lo que hace única a la lectura es que en esta tarea, la concentración se combina con el desciframiento del texto con la interpretación de estas palabras, que simulan una actividad.

Fuente | http://www.xatakaciencia.com/psicologia/leer-nos-cambia-el-cerebro-mas-de-lo-que-creemos

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